México enfrenta un momento crítico en su camino hacia la descarbonización. A pesar de leyes como la de Transición Energética (2015) o la de Cambio Climático (2012), el país sigue dependiendo fuertemente de los combustibles fósiles: aproximadamente el 75.7 % de la energía generada en 2023 fue de origen fósil, frente a solo 24.3 % de renovables (mexicoindustry.com, kpmg.com).
Las emisiones del sector energético en México muestran una alta intensidad de carbono—58 tCO₂ por terajulio consumido, por encima del promedio del G20 (57 tCO₂/TJ) (climate-transparency.org). Además, la transición ha ido en retroceso: de generar casi 35 % de electricidad con renovables en 2024, el país no alcanzó esas metas y enfrenta regímenes que favorecen la energía fósil (elpais.com).
En el ámbito industrial, el reto es doble: mantener competitividad y reducir la huella de carbono. Según KPMG México, la industria debe alejarse de los combustibles fósiles mientras enfrenta incertidumbre regulatoria y una histórica priorización del sector público sobre el privado (kpmg.com). Solo en manufactura ligera, el potencial de reducción de emisiones podría ser cercano al 48 % al 2050 (es.wri.org).
México posee un enorme potencial para la energía solar: el 70 % del territorio recibe más de 4.5 kWh/m² diarios, lo que hace viable abastecer todo el país con solo una fracción (0.01 %) de su superficie (en.wikipedia.org). En 2024, la capacidad instalada solar alcanzó 11.99 GW, generando alrededor de 27.6 TWh y representando el 7.6 % del total eléctrico.
Además, los retornos de inversión (ROI) se han reducido de manera significativa en los últimos años. Donde antes un proyecto solar-industrial podía tardar entre 6 y 8 años en recuperar su inversión, hoy es común ver periodos de retorno de 2 años, dependiendo del perfil de consumo eléctrico. El almacenamiento refuerza aún más esta ecuación, permitiendo mayor ahorro mediante esquemas como peak shaving y respaldo ante interrupciones.
A esto se suma que existen modelos de financiamiento especializado (EaaS) que eliminan la barrera de la inversión inicial:
Estos esquemas hacen que cada vez más industrias puedan acceder a soluciones de descarbonización sin comprometer sus presupuestos de CAPEX, trasladando los beneficios directamente a OPEX y obteniendo ahorros desde el primer día.
La industria mexicana, tanto pesada como ligera, tiene mucho que ganar adoptando energías solares combinadas con almacenamiento. Esta estrategia no solo impulsa la reducción de emisiones Scope 2 y 3, sino que también mejora la resiliencia energética, reduce costos y refuerza la competitividad.
Lo mejor es que hoy existen esquemas que permiten implementar estas soluciones sin inversión inicial, obteniendo ahorros inmediatos y asegurando un camino claro hacia la descarbonización.
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